martes, 14 de junio de 2022

Exceso de pensamiento

 Hola:

El día de hoy quise retomar los hábitos que me han llevado durante mucho tiempo a lugares ganadores en mi vida. Como lo había comentado en la publicación anterior, de pronto me había quedado en una especie de loop, por así decirlo en donde si bien las cosas habían marchado bien durante mucho tiempo en mi vida, había olvidado un poco la magia del caos y lo hermoso que es lo cotidiano, así que hoy decidí volver a empezar.

Quien lo hubiera dicho, me volví una persona sumamente disciplinada y lo que hace algunos años cuando empecé a escribir hubiera parecido ficción, hoy es parte de mi vida. Para realizar una tarea, solo basta que la anote en una aplicación, en un cuaderno o en mi cabeza y básicamente sé que la cumpliré porque detesto con todo mi corazón que se quede algo inconcluso (quien lo hubiera dicho).

Así que la noche anterior, sin más ni más me enfoqué a rediseñar los hábitos que considero que son parte de un día extraordinario. El primero de ellos y debo de aceptar que fue muy retador para los paradigmas de mi cabeza fue el salir a correr después de meditar. Si bien, la meditación es una práctica que tengo ya tiempo realizando, de pronto se vuelve mucho más abstracta de lo que me gustaría y existen otros días en donde siento que soy transportado a otros universos y puedo lograr un nivel de concentración y paz profundos, en verdad profundos. El añadir el correr a mi lista de actividades antes de iniciar mi día fue hermoso. Fue como decirme que en verdad me valoro, que amo mi cuerpo y que cualquier cosa que dibuje en mi cabeza no terminará en un restirador como un boceto inconcluso, sino que tan solo hace falta una intención sólida para convertirlo en una realidad.

El haber conseguido correr por la mañana me llevó a la siguiente pregunta: ¿por qué a veces soy incongruente entre lo que digo que voy a hacer y lo que hago?. Me queda claro que la intención de correr siempre ha estado ahí, sin embargo, es como si me hubiera quedado atrapado en un laberinto interno de excusas, de hormonas o de situaciones externas que de pronto ensalzan o limitan mi acción. Más tarde recordé la respuesta.

Cuando voy al gimnasio, me gusta entrenar mi cerebro escuchando conferencias, ted talks o cualquier contenido que me permita ejercitar mi cerebro (desconozco si sea un músculo), porque creo que el ejercicio también se realiza en la mente y en el espíritu a la par que en el cuerpo o de lo contrario sería como ejercitar solamente un brazo o una pierna y dejar la otra articulación sin movimiento.

El día de hoy mientras hacía mi rutina de ejercicio escuché un audio que hablaba de uno de los problemas más importantes por los cuáles no nos sentimos en un estado de conexión con el todo. Este problema se llama exceso de pensamiento. Me cayó como un balde de hielitos entre mis pantalones el escucharlo, pues toda mi vida he pensado que el conocimiento y la mente son los elementos más importantes que puedo atesorar y no siempre es así. 

El autor mencionaba que vivimos en una especie de dualidad entre el mundo físico y espiritual u holístico y que de alguna manera la lógica, el conocimiento y el entendimiento del mundo material ha sido útil para atravesar el mundo físico, pero nos aleja de cierta manera de la conexión que tenemos con el otro lado del umbral, hacia el mundo metafísico o espiritual.

El exceso de pensamiento lógico genera a largo plazo un estado de desconexión con el aquí y el ahora. Soy una persona que constantemente está analizando todas las situaciones a su alrededor, que "lee entre líneas" sobre las otras personas y que siempre busca una respuesta lógica a cada situación que me acontece, la realidad es que no siempre encuentro una respuesta en el mundo material. El autor menciona que en el mundo espiritual generas respuestas de forma mucho más eficiente haciendo menos y permitiendo a la vida que haga su trabajo que queriendo controlarlo absolutamente todo (otro puñetazo en la cara a mi ego).

También, el autor comenta que existen muchas ocasiones en que lo más adecuado es simplemente apagar la lógica y el pensamiento en situaciones como cuando suponemos, cuando creemos conocer a la persona que tenemos enfrente, cuando creamos historias ficticias en nuestra cabeza y cuando requerimos sentir más allá de pensar.

En mi rutina de ejercicio, en donde normalmente estoy mucho más en mi cabeza, automatizando mis movimientos, me di cuenta que de pronto no disfruto el aquí y el ahora, tal vez por desvincularme del dolor, así que el día de hoy decidí apagar mi lógica y permitirme sentir lo que estaba realizando. Fue una experiencia sumamente diferente, sentí mi corazón latiendo, las gotas de sudor bajando por mi cara, mis pulmones haciendo su trabajo; y cuando pude encontrarme en el momento físico donde estaba, pude notar a los otros. Éramos un grupo de algunas personas que estaban dispuestos a soportar dolor físico o emocional para generar bienestar en sus vidas, y por primera vez sentí admiración de algo que parece tan cotidiano.

El cuerpo que he logrado construir durante tantos años, no es más que el cúmulo de muchísimas experiencias dolorosas que he aceptado con amor en mi vida. Un cuerpo estético, es un proceso de deconstrucción constante en donde te vuelves el resultado (entre otras cosas) de tu resiliencia, de tu capacidad de decir, una repetición más, de decir, hoy no me voy a comer esas papas fritas porque lo que busco es más grande que mi placer instantáneo.

Me enamoré una vez más de algo que he venido haciendo desde hace mucho y que lo consideraba solo un hábito más. De pronto se siente bien recordar que estamos vivos cuando realizamos tareas y darnos cuenta una vez más que la magia se encuentra en lo cotidiano.

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